viernes, 21 de octubre de 2016

Todos tenemos un clásico dentro.




Un día hace muchísimos años ya, mi abuelo me llevó a ver su coche y me dijo: ¡mira tengo el mejor coche del mundo, es un clásico!, yo en aquel momento no lo entendí, para mí era para empezar solo un coche, y para seguir era feo no se correspondía con los coches que se veían circulando por la carretera. Además de que por aquel entonces en el colegio estábamos dando la antigüedad clásica que buscaba la perfección del hombre en los aspectos físicos, y yo no veía dicha perfección por ningún sitio.
Ha pasado el tiempo y han ido cambiado muchas cosas, pero él sigue teniendo razón, aquél coche era un clásico.  Ahora lo entiendo. 

Cuando usamos la palabra clásico bien sea para referirnos a un fenómeno, a un elemento, a una persona, un objeto o a alguna situación, lo que intentamos es referirnos al respeto por la tradición y los parámetros establecidos por ella. Estas piezas, elemento, objetos… que consideramos cásicos, lo son porque en algún momento fueron de gran importancia e influyeron sobre el posterior desarrollo de nuestras ideas o de nuestras creencias de tal manera que las queremos imitar.
El ejemplo más claro lo tendríamos en el ballet clásico o en la música clásica, ya que cuando nos salimos de sus reglas establecidas tradicionalmente deja de ser clásico para pasar a ser baile moderno o música contemporánea. 

A lo largo de nuestra vida vamos creciendo, evolucionando en nuestros pensamientos, pero para ello hemos tenido que fijar unas bases a partir de las cuales desarrollar nuestras creencias presentes. Para esto estudiamos todo lo acontecido en la historia de la humanidad, lo que en algunos momentos podemos llamar como clásicos. Y es este punto de apoyo lo que nos sirve para elaborar ideas o pensamientos nuevos. Pero en algunos momentos volvemos al clasicismo como forma de nostalgia o de reconocimiento de hechos o ideas que nos hicieron sentir de manera especial, o que consideramos más perfectas que las actuales y que ahora añoramos. 

Tal vez en periodos convulsos o de crisis se recupere el gusto por el clasicismo como forma de afianzarnos en nuestras creencias anteriores. Pero otras veces de tales situaciones surgen movimientos nuevos que tienen como base esos parámetros clásicos, pero mejorándolos y por ende convirtiéndose ellos mismos en clásicos. 



         Un ejemplo claro lo tenemos en el Imperio Medio Egipcio en donde tras el primer periodo intermedio en donde el pueblo de Egipto fue psicológicamente afectado y su confianza en la estabilidad inmutable del mundo había sido golpeada con gran dureza, se produce un cambio en el arte en donde la pasión por la muerte sucede una poesía a la vida cotidiana que procura olvidar el pasado y vivir el presente.  Así en las esculturas de esta época se refleja en los rostros una mueca de tristeza o sollozo, tal vez reflejo de las épocas vividas.

Empiezan a colocarse estelas en las antesalas del sepulcro sustituyendo a las estatuas de las primeras dinastías.  El difunto está representado recibiendo ofrendas sólo o acompañado de su esposa e hijos. Enfrente, los parientes practican el rito mágico que espiritualiza los alimentos que acompañan a la tumba. El difunto recibe los manjares mientras las mujeres respiran el perfume de la flor de loto. En cuanto al estilo de los relieves, se presenta un importante cambio de técnica, las figuras se presentan hundidas por debajo del plano del fondo, así se consigue una doble silueta. 



En cambio, en la etapa de la historia de Egipto de Akenaton, se producen profundos cambios religiosos, y profundas reformas como la proclamación del dios Atón como dios supremo. Se confiscaron bienes religiosos al clero en un intento de reducirles poder. Se abandona la tradición lo que afectó a la iconografía, a la escultura… Es un arte más expresionista y realista llegando a rozar lo caricaturesco, principalmente se representan los personajes de la familia real. Pero este naturalismo en el arte llega a marcar incluso deformidades, vientre abultado, caderas anchas… 

            En el relieve se mantienen los rasgos estéticos generales de representar al faraón con un mayor tamaño que el resto de sus personajes, aunque su esposa Nefertiti irá aumentando de tamaño con el tiempo, se colocan dos líneas horizontales en el cuello, el pie tiene muy marcados los cinco dedos, se indica el ombligo con una línea horizontal, se representa la lateralidad, se diferencia el lado izquierdo de derecho, y se percibe la sensación de movimiento.


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