El
escritor catalán era un apasionado de Egipto desde pequeño, en
parte gracias a su padre, que en la entrada de su casa había pintado
una imagen de las pirámides de Giza, y en parte al cine de su barrio
que le traslado a esa tierra lejana con películas como “Cesar y
Cleopatra” o “Tierra de Faraones”. Pero el apogeo llegó con la
novela «Sinuhé
el egipcio», que supuso una gran transgresión con sus escenas,
eróticas durante el franquismo, y por cuya lectura fue castigado en
el colegio. Esta novela hizo que el primer lugar al que se dirigió
Terenci la primera vez que viajó a Egipto fuese la ciudad de
Akenaton.
Pero
su interés por este país no se limita al simple gusto o el afán
por aprender, sino que, conforme se fue formando en la materia, fue adoptando una
reacción contra la manipulación histórica en la que nació y pasó
parte de su vida. Por eso, con sus novelas egipcias, intentó
reescribir la Historia manipulada. Así encontramos que la mayoría
son sobre personajes históricos tratados tanto por el cine como por
la literatura: Cleopatra, Akenaton, Tutankamon, Nefertiti.
Una
de sus obras más exitosas fue la ganadora del Premio Planeta en
1986 «No digas que fue un sueño», donde, tomando el título de un
poema de Kavafis, encontramos una novela romántica basada en el
enfrentamiento que tienen que hacer con la realidad Cleopatra y Marco
Antonio. Esta novela es un reflejo de la parte que de verdad le
interesaba, el Egipto crepuscular como una expresión del dominio
que, aunque se haya a punto de desaparecer, siempre perdurará en la
historia. Esta obra sigue siendo, aún hoy, uno de los Planetas mas
vendidos.
Sin
embargo, en su obra «Terenci del Nilo», podemos apreciar una forma
diferente de narrativa donde más
que una novela encontramos una guía de viaje. En
ella el autor nos cuenta su primera toma de contacto con el
país, sus emociones, sus
sensaciones y alguna que otra decepción.
Otras
obras suyas sobre el Egipto faraónico son: «El amargo don de la
belleza», «La herida de la esfinge» o «El arpista ciego», además
de múltiples artículos.
Uno
de sus últimos deseos fue poder descansar en ese país que ya
consideraba suyo. Por esta razón, a su muerte en 2003, sus familiares y amigos esparcieron parte de sus cenizas entre la
bahía de Alejandría y la aldea de Deir-el-Medina. Ese mismo día
hicieron una donación de los libros de Terenci al fondo de la
Biblioteca de Alejandría, por lo que su alma y su obra siempre
quedarán ligadas al país del Nilo.
Artículos que escribió sobre uno de sus viajes a Egipto:
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