viernes, 21 de octubre de 2016

El concepto de clasicismo

La etimología de la palabra clásico conduce al término latino empleado por los romanos para referirse a los ciudadanos de clase alta, a quienes denominaban classicus. Su sentido se alejaba bastante, en principio, del actual, en tanto que no denominaba un estándar artístico sino la mera condición socioeconómica de quienes pertenecían a la clase privilegiada. No obstante, terminó empleándose como sinónimo de excelso, y de merecedor de imitación. En otras palabras, de primera clase. Así, empezó a usarse a modo de metonimia en el ámbito literario, para referirse a los escritores de primer nivel que ningún erudito debía pasar por alto. Con el tiempo, y tras la desaparición del orden institucional romano y del llamado “mundo clásico”, el concepto fue olvidado durante la Edad Media hasta ser recuperado durante el Renacimiento, donde consolidó su significado actual, asociado a las ideas de antiguo, atemporal y merecedor de imitación. Estas nociones se materializan en el arte grecorromano, ya sea plástico o literario, que es considerado en Occidente paradigma del clasicismo, o clasicismo en sí.

Juramento de los Horacios, obra de Jacques Louis David de fuerte influencia clásica

Esta identificación del clasicismo con las civilizaciones griega y romana es, no obstante, coyuntural, y no es sino una idealización del pasado heredera de las Edades de Oro de Hesíodo y de Ovidio. Diferentes culturas han establecido un canon de origen pretérito, un estándar por el que deben guiarse los artistas. Así, siempre está en el pasado el objeto de imitación, nunca en el presente. Artistas contemporáneos como Giacometti llevan esta idea al extremo, extendiendo el núcleo de su inspiración del mundo clásico al arte esquemático neolítico y calcolítico.

Izquierda: tres hombres caminando de Alberto Giacometti. Derecha, arte esquemático de la cueva de Morella

Cabe destacar que este concepto es aplicable exclusivamente al ámbito artístico. No existe en las ciencias exactas, donde la antigüedad de un teorema dista mucho de contribuir a su afianzamiento como modelo. Cabe destacar la excepción que supone la periodización histórica, que sin tratarse de un arte, emplea la palabra “clásico” para referirse a períodos de esplendor o de apogeo. Divide la historia de la Grecia antigua en tres períodos, arcaico, clásico y helenístico, recibiendo el segundo ese nombre por la riqueza cultural y artística que tuvo lugar durante su marco cronológico, pero también por ser momento de apogeo de las polis griegas. El mismo criterio es empleado para dividir la historia mesoamericana prehispánica, donde al período formativo le sucede el período clásico. De manera similar al desarrollo de las polis griegas, durante este período tiene lugar el cénit de un proceso de urbanización y una riqueza material y cultural que le vale el mismo apelativo que su análogo griego

Calakmul, ciudad maya clave durante el Período Clásico de Mesoamérica

Un ejemplo ajeno al mundo grecorromano de establecimiento y alejamiento de un canon que bien podría llamarse clásico del mismo modo que las esculturas de Praxítles lo son en el arte occidental es la ruptura del arte del período egipcio de Amarna con el arte hasta entonces tradicional egipcio. Pese a que durante el Reino Medio, previo al cisma de Amarna, se había producido cierto distanciamiento respecto al arte del Reino Antiguo y las representaciones de figuras humanas se habían vuelto menos idealizadas, seguía presente cierto hieratismo heredero del período anterior. Con la ruptura de Akhenaton con el politeísmo y el establecimiento de un culto monoteísta, el pasado deja de ser modelo estético al suponer una reminiscencia de una realidad que se aspiraba a enterrar. En su lugar, se tiende a representaciones realistas que incluso plasman los defectos físicos. Con el fin de esta etapa herética, se retorna a un estilo más clásico.

Escena naturalista de Akhenaton y Nefertiti

A modo de conclusión, un caso alejado del academicismo y de la alta cultura servirá de ejemplo ilustrativo. La conocida película de 1977 la guerra de las galaxias es considerada por muchos como un clásico del cine, un hito indispensable que sentó las bases de la ciencia ficción y del cine moderno. No es tan conocido el hecho de que Alec Guinness, actor de renombre que interpreta un importante papel en la película, consideraba que no era sino una sarta de “banalidades infantiles de segunda mano”. Probablemente, para un actor que había participado en Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago y El puente sobre el río Kwai, el relato de un héroe campbelliano aderezado con elementos del cine de aventuras adolescente le parecería prescindible y superfluo. Porque su pasado, su modelo, su estándar de lo que el cine debía ser eran otros. Y es que lo clásico no es un compendio intrínseco de virtudes, sino una forma de señalar lo que debe ser imitado, y como tal, está sujeto a las circunstancias de quien señala y de su tiempo.

Izquierda: Alec Guinness en la guerra de las galaxias. Derecha: Alec Guinness en Doctor Zhivago





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