Egiptólogos españoles denuncian el desmantelamiento del Instituto Arqueológico de El Cairo
El edificio acogerá la sede de la oficina comercial española
La basura se
amontona junto a una verja carcomida por el óxido. La yedra y los
árboles crecen a su albedrío en un jardín sepultado por la arena y la
desidia. Unos puntales socorren un porche que amenaza ruina. Esta
sórdida imagen, fruto de un concienzudo abandono, es la que luce la sede
del Instituto Arqueológico Español de El Cairo, una institución
fantasma fundada con grandes alharacas en 1993 y que acaba de ser
desmantelada con total mutismo por las autoridades españolas tras
permanecer en el limbo durante 23 largos años.
"Produce
una tristeza enorme. Pusimos mucha ilusión e interés en el proyecto. El
inmueble estaba completamente amueblado y teníamos una pequeña
biblioteca. Se podía dormir y vivir. Estaba todo hecho. Faltaba la
voluntad política de ponerlo en marcha", cuenta a EL MUNDO la egiptóloga
María del Carmen Pérez Die, directora de la misión española en
Heracleópolis Magna, en el Medio Egipto, y responsable oficiosa del
Instituto en sus primeros años de existencia.
Ubicado en
una zona noble del céntrico barrio cairota de Dokki -en una calle
jalonada de embajadas y residencias de diplomáticos-, el inmueble se
halla en un estado deplorable. "Ha permanecido sin uso, presupuesto,
actividad y personal y únicamente ha sido utilizado de manera ocasional
por algún equipo español de arqueólogos y temporalmente por el Instituto
Cervantes de El Cairo, cuando se hicieron obras en su sede", confirma a
este diario Alfonso Muñoz Cosme, subdirector general del Instituto del
Patrimonio Cultural de España al que estaba inscrita la institución.
La
descuidada vivienda fue adquirida por el Estado español en 1991 tras
desembolsar la nada despreciable suma de 3,6 millones de libras egipcias
(unos 366.000 euros en la actualidad). El 9 de febrero de 1993 el
entonces ministro de Cultura, el socialista Jordi Solé Tura, inauguró el
centro destinado a impulsar el estudio de la egiptología y servir de
apoyo a las misiones arqueológicas patrias en la tierra de los faraones
siguiendo la estela de otros países europeos como Francia o Alemania,
con institutos potentes y bien establecidos. En su gestación, no se
escatimaron detalles. Sus 450 metros cuadrados se amueblaron sin grandes
dificultades. "Tenía cuatro dormitorios; un despacho para el director y
el secretario; una cocina totalmente equipada; el recibidor y una
biblioteca que la hicimos a imagen de la del Museo Arqueológico
Nacional", detalla Pérez Die, quien empleó la casa en los primeros años
como alojamiento de su expedición y para estancias de estudio.
"Se amuebló a la manera española, con muebles comprados en la calle
Serrano de Madrid. Cuando llegó el Gobierno del PP, la casa se cerró a
cal y canto y ahí acabaron las aspiraciones españolas del Instituto
Arqueológico. Se argumentó como razón el mal uso de la vivienda pero,
incluso si hubiera sido cierto, se podría haber solucionado cambiando al
responsable", replica José Manuel Galán, investigador del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)y director del proyecto
Djehuty.
En realidad, el Instituto jamás tuvo entidad jurídica ni
conoció presupuesto alguno. Ni siquiera tuvo una dirección oficial que
pudiera desarrollar un programa científico del que siempre careció. Las
desavenencias entre los ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores, aún
hoy latentes, abortaron cualquier oportunidad y convirtieron al
Instituto en una entelequia.
"Nunca tuvo existencia jurídica ni
apareció recogido en los Presupuestos Generales del Estado. Era una idea
muy interesante y bella que por las razones que fuera, la coordinación
entre ministerios o los cambios en el Gobierno, no se llegó a consumar",
arguye Muñoz Cosme, quien tilda el proyecto de "modelo de implantación
ya superado". "La idea inicial -explica- es que el ministerio de Cultura
comprara los inmuebles, Exteriores se encargara del personal y para el
contenido científico se pensó en que sería el CSIC el que enviaría a los
especialistas".
Según Pérez Die, ella terminó desentendiéndose
del inmueble en 2003. "Comenzó a languidecer y llegó un día en el que me
dijeron que no podía responsabilizarme del edificio. Dejé mi copia de
las llaves en la embajada española en El Cairo y no supe nada más. Ellos
te pueden contar más de lo que pasó", agrega la académica.
La
legación diplomática, contactada en reiteradas ocasiones por este
diario a lo largo de varios días, ha declinado hacer comentarios sobre
una propiedad de la que en la década de 1990 estuvo a cargo su sección
cultural. "El interior se vació poco después. De quién se lo llevó y de
dónde terminó todo no tengo la más mínima idea", denuncia la arqueóloga.
Fuentes del ministerio de Cultura han precisado que a raíz de
unas obras que nunca llegaron a realizarse parte del mobiliario
adquirido en España y trasladado a Egipto fue donado a un centro
dependiente de la congregación católica de los Combonianos en El Cairo.
Siete años después, el resto de los enseres -almacenados en la oficina
de la Agencia Española de Cooperación Internacional- se regaló "a
terceros" sin que las fuentes precisen la identidad de los supuestos
receptores. Los libros que conformaban el fondo bibliográfico del centro
"siguen custodiados" en la citada oficina.
En 2008 el Instituto
fue protagonista de una fugaz reanimación. Otro ministro socialista, el
escritor Cesar Antonio Molina, visitó la sede el 17 de noviembre de
aquel año y anunció su relanzamiento. "La arqueología española está
entre las mejores del mundo y, sin embargo, no había un lugar que fuera
su casa", proclamó Molina en declaraciones a Efe.
Su objetivo era
aún más ambicioso: El resucitado centro de la capital egipcia se uniría
a una "Red de Escuelas Arqueológicas en el Mediterráneo Oriental y
Próximo Oriente" integrada, además, por sendos institutos en Atenas y
Ammán que tendrían como finalidad coordinar las excavaciones españolas;
fomentar la investigación; proporcionar asistencia técnica y
administrativa a los investigadores españoles; difundir su labor y
estrechar relaciones con sus homólogos locales. Una iniciativa que
también resultó papel mojado. El Gobierno español costeó la
planificación de una rehabilitación que nunca comenzó. "En Atenas sí se
ejecutó el proyecto y el edificio se transfirió al Instituto Cervantes
el 30 de julio de 2014", precisa Muñoz Cosme. En la capital jordana, el
Ejecutivo se limitó a alquilar un inmueble que tampoco alcanzó a ser
usado.
"Reiniciamos el largo camino de la presencia arqueológica
española en Egipto y esta casa va a ser un referente", prometió el
ministro. Poco después fue cesado y Ángeles González-Sinde, su sucesora,
"no tuvo ninguna sensibilidad respecto a la creación de instituciones
arqueológicas españolas", lamenta Alejandro Jiménez, director del
proyecto "Qubbet el Hawa" que excava en la sureña Asuán. "No hay una
política consensuada en materia científica. Dependemos de los caprichos
del ministro de turno. Los directores de las misiones españolas en
Egipto siempre nos hemos sentido huérfanos. Hemos tenido que recurrir a
nuestra iniciativa, a nuestros contactos, a nuestro golpe de suerte y a
nuestra intuición para poder desarrollar nuestra labor", agrega este
profesor de la Universidad de Jaén.
A diferencia de otros países
europeos, los funcionarios españoles no proporcionan ayuda
administrativa a las misiones arqueológicas. La legación diplomática ni
siquiera cuenta con un listado pormenorizado y actualizado de
excavaciones españolas en el país árabe.
El pasado junio la
mayoría de los responsables de expediciones en Egipto firmaron una
desesperada tentativa de salvar el Instituto. Remitieron una carta al
secretario de Estado de Cultura José María Lassalle pidiéndole que
detuviera el desmantelamiento del centro. "Las naciones europeas con
tradición egiptológica como Francia y Alemania poseen institutos desde
hace años. También otras naciones con menor peso como Polonia, Suiza,
Hungría, Rusia o Italia han instalado sus sedes arqueológicas en El
Cairo", esboza la misiva.
"Se hace necesario -añade- un centro en
Egipto que sirva de sede para que tanto los investigadores formados
puedan profundizar en sus proyectos como los que están en formación
tengan sus primeros contactos". La súplica nunca fue respondida.
Condenado por las autoridades, el maltrecho inmueble fue transferido
hace tres meses al ministerio de Economía y Competitividad que tiene
previsto instalar en sus dependencias la oficina comercial española en
Egipto. Muy escéptico con la institución desmantelada, Galán culpa del
desaguisado a "la mentalidad fatal española de empezar la ciencia por el
edificio".
"En cambio, las becas, los contratos y los programas
de investigación siempre se dejan para el final. Una vez comprada la
casa y abierta, habría que haberle sacado partido. Solo tiene sentido
todavía si, además de arreglarla, se la dota de una partida importante
para la investigación y no depende de los vaivenes políticos".
El Instituto Francés de Arqueología, un ejemplo de constancia y potencia científica
El
egiptólogo belga Laurent Bavay dirige desde el pasado junio la
institución arqueológica extranjera más respetada de la tierra de los
faraones. Fundado en 1880, el Instituto Francés de Arqueología Oriental
(IFAO) es una referencia obligada para cualquier erudito. Su extensa
biblioteca, una de las mejores del mundo en su campo, alberga unos
90.000 volúmenes. En el céntrico palacete que alberga sus instalaciones
trabajan más de 140 personas, 35 de ellas dedicadas a una intensa
producción editorial.
"Disponemos, además, de una oficina
dedicada a facilitar las labores administrativas de las misiones
arqueológicas y los proyectos de investigación franceses", explica a EL
MUNDO Bavay. El instituto -adscrito al Ministerio de Educación galo y
con instituciones hermanas en Atenas, Roma o Madrid- coordina la labor
de 29 misiones de distintas universidades y centros de investigación y
pone a su disposición su red de casas de excavación repartidas por el
país árabe; vehículos; tiendas de campaña y la asistencia de su equipo
de conservadores y topógrafos.
"El
IFAO es una herramienta muy importante. Primero, porque trabajar en
Egipto precisa de muchos trámites administrativos y es esencial tener
una base logística en el país para nuestra investigación. Segundo,
porque tenemos seis investigadores permanentes, jóvenes que han
terminado su posgrado en Francia y que, tras un proceso de selección muy
exigente, desarrollan aquí su tesis durante cuatro años. Es básico que
estos investigadores conozcan Egipto sobre el terreno. Y, tercero,
porque es vital la cooperación con los egipcios. Tenemos otros seis
investigadores locales, vinculados a las universidades egipcias, que se
convierten en nuestros enlaces. Estos contactos nos permiten que la
cooperación funcione. El actual ministro de Antigüedades, por ejemplo,
fue uno de nuestros becados", señala Bavay.
"La egiptología
española se ha desarrollado considerablemente desde hace más de una
década. España no tiene la tradición que atesora Francia o Alemania pero
el interés por Egipto está creciendo muy rápido", opina el arqueólogo.
FUENTE: http://www.elmundo.es/ciencia/2016/05/06/572b977a46163f25388b45db.html
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